domingo, 10 de junio de 2007

Amanecer de fuego

Esa noche, el horror había invadido la ciudad... nada quedaba; imposible recordar lo vivido sin volverse loco. Él, como único sobreviviente, dejaba atrás el espanto. Ante sus ojos, un camino interminablemente largo, recto, desolado, se presentaba como la única salvación. Allá, en el final, esa luz incandescente, esas nubes rojas, anaranjadas, confundiéndose con el diáfano azul del cielo, como un amanecer que auguraba la esperanza, la vida...

Y comenzó a correr. Al principio avanzaba rápido, pero paulatinamente fue sintiendo una sensación de retroceso, como si cada paso adelante, fueran dos o tres hacia atrás. Y para colmo esos pinchazos en los tobillos! Miró hacia abajo, la tierra, se iba agrietando a su paso; comenzó a sentir el dolor de las heridas provocadas por esas garras peludas, fofas algunas o arrugadas otras, con uñas como estiletes, que expedían una sustancia gelatinosa, que le hacían resbalar, impidiéndole avanzar. El esfuerzo colmaba los límites de su energía, pero ahí adelante estaba la salvación, la luz... y siguió, como pudo, sin caer ni una sola vez, a pesar de las garras, que a medida que se acercaba a la meta, eran cada vez más feroces.

Ahora le quemaban, como las llamas de fuego lamiéndole los pies, las piernas y hasta las manos. A unos pocos pasos estaba el final de los horrores pasados y de ese terrible horror presente. Ya casi no quedaba distancia que lo separara del resplandor de ese sol vislumbrado desde lejos, que lo envolvía y calentaba sus entrañas. Por fin, llegó al borde... y se detuvo, alelado! En un momento lo comprendió todo... y lentamente, convertido en una bola de fuego, fue cayendo en el eterno amanecer del infierno. Y fue en ese instante, en ese preciso instante, cuando recordó que podía volar!..

1 comentario:

brumas... dijo...

Hola Mi! Muy buena! Espero que tu "Blog" Sea muy visitado! Suerte!!!

Gabriel Blanco