sábado, 18 de agosto de 2007

El último escalón

Se detuvo justo en el último escalón de la vieja escalera de hierro despintado. Amagó darse vuelta, seguramente me presentía atisbando desde la pequeña ventana, pero dudó. Me retiré y las cortinas me ocultaron justo en el preciso momento en que se dio vuelta. A través de la trama de la tela rústica, vi como subía los escalones de hierro que crujían a cada paso. Se detuvo otra vez, en el otro último escalón, el de arriba. Cuando se paró frente a la puerta, el corazón me latía desbocado; me revolqué en la cama, los golpes me despertaron sobresaltado. La luz de la ventana me devolvió a la realidad rápidamente. Me tranquilizó que todo fuera un sueño... miré hacia la puerta, pero corrí hacia la ventana. Vi como bajaba apresuradamente, casi corriendo; no se detuvo, como en el sueño, en el último escalón. Atravesó el ajedrez de grandes baldosones del patio, esquivando las torres y alfiles de ropa recién lavada colgada en las sogas...
Me senté en la cama, desolado. Sobre la mesa de luz, esperaba mi último poema sin terminar... un final me golpeó en el pecho: “Te dejé partir, y estaba despierto”

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